He querido dedicar el post de hoy a hablar sobre el desarrollo emocional de los recién nacidos, así como de las capacidades de las que disponen para transmitir información y sus sistemas de actuación.
Por muy pequeños que sean, ya nacen siendo seres emocionales, son capaces de sentir sus propias emociones y de las de su madre, con quién conecta desde su minuto uno de vida. Aunque aún no puedan ser conscientes de ello, ni ponerles un nombre, mucho menos regularlas, no debemos caer en el error de que cómo son pequeños, no lo pasan mal o no se enteran de lo que sucede en su entorno.
En el momento en el que el recién nacido llega al mundo, ya se está enfrentando con su primera situación estresante. Pensad que durante 9 meses vive bajo una protección absoluta, a una temperatura óptima, fuera de ruidos fuertes, conectado al corazón de su madre que le transmite paz y tranquilidad, y de repente se tiene que enfrentar a la luz, a los sonidos, a los cambios de temperatura, etc. Para el recién nacido, el momento del nacimiento es hostil y desagradable.
Durante los primeros días de vida, el bebé tiene que poner en marcha determinadas capacidades para alcanzar el equilibrio con el mundo que le rodea, con el fin de poder adaptarse. Utiliza la capacidad perceptiva para recibir información (percepciones táctiles, visual, auditiva…), actúa por medio de los reflejos y se comunica mediante el llanto, expresiones emocionales y la sonrisa.
Normalmente utilizan el llanto como respuesta refleja a un estado de malestar. Ese llanto puede ser de cuatro tipos según Peter H.Wolff:
A medida que el bebé va creciendo, también lo va haciendo su desarrollo emocional:
Dependiendo de la edad, las emociones se van manifestando de forma diferente, se van socializando, potenciando la expresión de emociones positivas y reduciendo y regulando las negativas. Por ejemplo, de más pequeños, la sonrisa es básicamente fisiológica, y a medida que van creciendo va adquiriendo un valor social. Ej. Cuando los adultos reaccionan antes la sonrisa del bebé, ésta se convierte en un vehículo de relación social.
Cuando van siendo más mayores, van desarrollando la capacidad de reconocer e interpretar estados emocionales en los demás.
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