“Lo tengo todo para ser feliz, sin embargo, no me siento así”, “no logro entender porque no soy feliz”, “la gente es feliz, vive la vida, no se preocupa por las cosas”…
Seguro que alguna vez habéis escuchado este tipo de frases, o incluso en algún momento, lo habéis llegado a pensar.
Y es que hay momentos en la vida en los que deberíamos ser sumamente felices. Esos momentos en los que consideramos que lo tenemos todo: salud, trabajo, pareja, unos hijos maravillosos, unos amigos que siempre están a nuestro lado, una casa de ensueño…pero… no logramos sentirnos felices.
La respuesta está en que, si os fijáis, casi siempre, tendemos a buscar la felicidad en lo superficial, en las cosas materiales, por eso, en ocasiones, tenemos esa sensación de tenerlo todo, pero no sentirnos bien emocionalmente.
La clave está en poder ahondar en la parte emocional. Es posible que, aparentemente, tengamos todo lo que necesitamos para vivir, pero plantéate si tienes todo lo que necesitas emocionalmente.
Cuando no nos llegamos a sentir del todo cómodos con la vida que llevamos, es posible que algo esté fallando a nivel emocional.
Una de las variables que interfieren en nuestro bienestar, en el 90% de los casos son las preocupaciones. Esos pensamientos interminables que aparecen día tras día en nuestro cerebro y no nos dejan tranquilos ni un segundo: “qué pasará si decido cambiar de trabajo”, “a este paso no voy a poder ser madre”, “¿y si le pasa algo malo a mis hijos?”, “seguro que no encuentro a nadie como él…”
Ese círculo vicioso de pensamientos incesantes son los que tienden a generarnos la infelicidad, por ello, el secreto para ser feliz, reside en aprender a relativizar.
Me atrevería a decir que el 80% de todas esas preocupaciones están relacionadas con el futuro, por lo que en realidad, las preocupaciones reales y del momento presente, son muy reducidas.
El objetivo de poder relativizar consiste en ampliar nuestra visión y perspectiva de lo que nos rodea.
Imagínate que vas caminando, haciendo una ruta por el monte, y durante todo el trayecto vas con la atención y mirada fija en el suelo, para ver si tropiezas con alguna piedra o bache. Es posible que cuando hayas finalizado el recorrido, te sientas sumamente agotado. Durante el camino has ido en tensión ante la posibilidad de poder encontrar un peligro.
Si de verdad quieres disfrutar del camino, alza la cabeza y dirige tu mirada hacia el paisaje y todo lo que te rodea, no te quedes obcecado en el peligro y consigue disfrutar de lo maravilloso que es en el entorno que te rodea.
Conseguir desfocalizar tu atención del peligro y visualizar la parte positiva, es lo que se pretende a través de la relativización.
Pero.. ¿por qué nos cuesta tanto relativizar?, ¿qué podemos hacer?
La mayor parte de las veces, somos nosotros mismos quienes le damos más importancia a los acontecimientos, de la que realmente tienen. Pensar en bucle hace que lo magnifiquemos y quedemos atrapados en la preocupación.
En lugar de preocuparte por el problema, pasa a la acción, ¡ocúpate! Y para ellos plantéate las siguientes preguntas:
No quedar anclados en la parte negativa de los sucesos, nos permite salir de ese círculo vicioso, por lo que resulta muy eficaz poder potenciar y desarrollar una actitud positiva hacia el problema. Ello ayudará a sentirnos mucho más tranquilos y en paz.
Te planteo un mini ejercicio:
Es muy posible que, lo que hace 2 años te preocupaba en exceso, a día de hoy sientas que no fue para tanto. Sin embargo, esto no sucede en la preocupación actual.
Cuando algo te preocupe en exceso, cuestiónate:
Este ejercicio nos ayuda a tener en cuenta el grado de importancia real de un suceso determinado. Por eso, en el momento presente, siempre nos preocupa mucho más, que 10 años después.
Aprender a relativizar, nos ayuda a dejar en un segundo planos todas esas cosas sobre las que en el momento presente no tenemos acceso, lo que disminuye nuestro grado de preocupación y sufrimiento, y en consecuencia, nos hace ser más felices.
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